Diseñados en las últimas décadas del siglo XX, los geosintéticos han cambiado por completo la construcción. Su invención hizo posible una mayor durabilidad de los proyectos de ingeniería civil y a la vez sirvió para mejorar la eficiencia en el sector. Se cuentan entre sus ventajas la reducción del uso de materiales y el acortamiento de los tiempos de construcción (con su correspondiente abaratamiento de costes), así como un menor impacto ambiental, gracias a su potencial para estabilizar los suelos, gestionar el agua y controlar la erosión. En este artículo se citan varias soluciones geosintéticas para obra civil, tanto permanentes como biodegradables.

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Revestimientos flexibles de arcilla geosintética (GCL)
Con el objetivo de evitar la contaminación de las aguas circundantes, la normativa de protección del medioambiente obliga a contener las filtraciones en vertederos. Para ello se puede recurrir a las geomembranas impermeables de contención.
Un revestimiento flexible de arcilla geosintética, o GCL por sus siglas en inglés, es decir: Geosynthetic Clay Liner, consta de dos capas de geotextiles punzonados entre sí y una capa de bentonita de sodio en su interior. Se conoce por este nombre a un tipo de arcilla coloidal que se expande en contacto con el agua y que tiene la capacidad de absorber varias veces su volumen. Se logra así una barrera impermeabilizante que se adapta con facilidad al terreno y que resulta muy eficaz a la hora de contener lixiviados tóxicos.
Mallas de control de erosión biodegradables
Las plantas constituyen una de las formas más efectivas para controlar la erosión del suelo. Sus raíces fijan el terreno, mientras que la parte aérea reduce el impacto de la lluvia y el viento. En consecuencia, la vegetación previene el arrastre de partículas en taludes de terraplenes y otras superficies en pendiente. Las mallas biodegradables estabilizan el suelo y minimizan la velocidad de la escorrentía para garantizar la germinación de las semillas y el crecimiento de las plantas.
Esta alternativa consta de una malla densa de material orgánico, por ejemplo, fibras de yute, que se ancla al terreno con pasadores de fijación de plástico biodegradable. Las semillas se siembran bajo la estera, o bien sobre su superficie. Una vez establecidos el follaje y las raíces de la vegetación, la malla biodegradable se descompone lentamente, lo que libera nutrientes que ayudan a mejorar la calidad del suelo.
Sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS)
Los sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS) previenen inundaciones por lluvias y fomentan la gestión sostenible de las aguas superficiales. Algunos ejemplos de SUDS respetuosos con la naturaleza y compatibles con el ciclo natural del agua son los techos verdes y azules o los pavimentos porosos.
Como en los casos anteriores, los materiales geosintéticos son esenciales para garantizar el éxito de tales sistemas. Así, el uso de geoceldas permite estabilizar el suelo y proteger las raíces de los árboles de la compactación causada por el tráfico de vehículos. Las geomallas, por su parte, ayudan a reducir el espesor de la subbase sin comprometer la capacidad de carga o la vida útil de la estructura, lo que supone un menor consumo de áridos, un menor coste de transporte y, en consecuencia, menores emisiones de CO2.