El botijo es la nevera ecológica del verano. Hasta medidados del siglo XIX, se creía que el calor era obra del calórico. Aquel fluido hipotético, cálido e invisible bañaba y calentaba la materia, según la teoría calórica. La teoría calórica fue propuesta por el químico parisino Antoine Lavoisier. El padre de la química moderna creía que las moléculas de los cuerpos tendían al equilibrio. La acción del calórico las separaba y, como resultado, los cuerpos se calentaban.
Pero ¿qué diantre tiene que ver el calórico con el agua del botijo? Pues mucho. Porque, según el modelo de Lavoisier, el invisible e hipotético fluido es el culpable de que en el bochorno del verano el agua de una botella irradiada por el sol quede caliente como un caldo. Y si en el botijo el agua permanece fresca, es porque el barro no permite que el ardiente calórico se filtre por la cerámica, escalde al agua y la deje casi en ebullición, presta para abrasarte el gaznate.
Pues bien, Lavoisier no iba tan desencaminado. En este corto artículo aprenderás por qué funciona el botijo. Y cómo baja la temperatura del agua hasta 10ºC sin necesidad de electricidad.
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Índice
¿Cómo funciona el botijo?
En efecto, Lavoisier no iba por mal camino; sin embargo, hoy sabemos que el calórico no existe. Pero los efectos por él observados siguen siendo válidos. Ahora bien, el concepto que en la actualidad explica estos fenómenos es el del calor latente.
Latente proviene del latín latens y significa ‘oculto, escondido’. Pero ¿qué es lo que se esconde? ¿Dónde se esconde? Y, sobre todo, ¿por qué se oculta?
Sin duda habrás observado que, cuando pones una cazuela con agua en la lumbre, cuanto más calor recibe el puchero, más se caldea el agua. En efecto, cuanto más tiempo permanece el perol al fuego, más cerca de ebullir está el líquido. Sin embargo, los científicos de siglos pasados comprobaron que esto no siempre es así.
En sus experimentos, los físicos comprobaron que existía un punto en el cual el calor dejaba de transferirse al agua. En breves palabras, desaparecía, como por arte de magia. Pero ¿es esto acaso posible? ¿Dónde se escondía el calor?
El calor latente
En efecto, si la energía no se crea ni se destruye y solo se transforma, esa energía habrá ido a parar a algún sitio. Y así es: es la que ha posibilitado el cambio de fase del agua. Es decir, su evaporación. Así pues, cuando el agua está justo a punto de evaporarse ya no acumula más calor; por el contrario, ese extra de energía se invierte para transformar el agua de estado líquido a gaseoso (vapor de agua).
Dicho de otra manera: el calor latente es la energía que requiere una sustancia para cambiar de fase (de líquido a gas). Pero esta energía no produce un aumento de temperatura ni en el agua ni en el vapor. De esta forma, hay una parte de calor que desaparece del entorno, por así decirlo. Pues bien, así es como funciona el botijo.
¿Por qué enfría el agua el botijo?
El botijo solo enfría el agua cuando está hecho de arcilla porosa sin esmaltar. Enfría el agua y la mantiene fresca gracias a la energía del calor latente. Vamos a verlo en detalle.
El barro del un auténtico botijo es poroso. Como resultado, el agua se filtra muy lentamente por sus paredes. Al atravesar la cerámica y llegar al exterior, parte de esta agua se evapora. ¿Intuyes ya lo que sigue?
En efecto, para poder evaporarse el agua necesita energía (calor). ¿Y de donde la obtiene? ¡Pues del propio botijo! Le roba el calor al barro y al agua que este contiene en su interior.
Por eso, si el botijo está esmaltado o fabricado de arcilla no porosa, no funciona. Es esencial que el agua se pueda filtrar por sus paredes. De lo contrario, no se produce la evaporación. Y por consiguiente, tampoco se enfría el agua.
Por cierto, el botijo funciona mejor cuando hace más calor porque se produce más evaporación. Pero, ojo, si en el exterior hubiese un exceso de humedad, el agua no se evaporaría. ¡Por eso el botijo funciona tan bien en un clima seco y caluroso como el mediterráneo!
Conclusiones
Puedes llamarlo pedantemente modelo ecológico impreso con impresora 3D en arcilla para refrigerar agua sin electricidad. O simplemente botijo. En España también se conoce al botijo con otros nombres como búcaro, pimporro, pipote, pirulo, ñañe, pichilín, piche, boteja, botigeta, txongila o càntir.
En el año 1611, el lexicógrafo español Sebastián de Covarrubias describía así al botijo:
Vaso de tierra ventrudo con la boca y cuello angosto. Los niños cuando están para llorar hinchan los carrillos y a esto le llaman embotijarse.
Sebastían de Covarrubias
Así que el botijo de barro poroso no es, ni mucho menos, una novedad tecnológica. Por cierto, en el clima seco del mediterráneo, el mecanismo del botijo produce un enfriamiento de 530 calorías por cada gramo de agua evaporada.
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Fuentes consultadas: